El chavismo es transfóbico y la izquierda debería estar asqueada de esto

Para el Estado no existimos, pero tampoco merecemos existir.

El chavismo es transfóbico y la izquierda debería estar asqueada de esto
Manifestación en Puerto Ordaz, Venezuela.

El Estado venezolano vulnera y agrede todos los derechos de las personas trans.

Pero poco se habla de ello desde el exterior.

La realidad de las personas queer venezolanas en general es que el régimen de Maduro nunca ha pretendido defender sus derechos y, más bien, los intentos para crear normativas y leyes en favor de la comunidad han sido saboteados e ignorados hasta el hartazgo.

En vida, Hugo Chávez se opuso explícitamente al matrimonio igualitario y su sucesor, Nicolás Maduro, aunque ha prometido “debatir” el tema, la realidad es que tal discusión murió antes de nacer.

Aunque existen algunos artículos para castigar la discriminación por orientación sexual e identidad de género, en la práctica esto se aplica muy poco.

Si todo el tema se obvia tantas veces, no es porque “haya cosas más importantes que tratar”, es porque el chavismo no se toma en serio nuestras realidades en absoluto.

Y es que el Estado venezolano, de por sí, viola los derechos humanos del venezolanx en cualquier ámbito: el derecho a la protesta, el derecho a la vida digna de las personas indígenas (víctimas de terribles abusos estatales, y testigos directos del ecocidio de Maduro en el Arco Minero del Orinoco), el derecho al aborto o el matrimonio igualitario… Ninguno de estos derechos están protegidos.

Venezuela es una sociedad altamente conservadora, y el chavismo lo es de facto.

Una de sus máximas cabecillas, el Primer Ministro de Justicia Tarek William Saab, literalmente dice estar en guerra con “el transgenerismo” y los “procesos satánicos” que rodean a las personas trans.

Otros, como Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, han recurrido en infinidad de ocasiones a la homofobia para burlarse de la oposición.

En Venezuela, no existe proyecto de Ley Trans o algo remotamente parecido.

En este contexto de ruina, conservadurismo y corrupción a niveles históricos, que el chavismo reconozca los derechos del colectivo trans es una total fantasía.

Si el líder chavista promedio a duras penas quiere comprender la homosexualidad, ¿qué tan al tanto estarán de lo demás?

De hecho, el Observatorio Venezolano de Violencias LGBTIQ+ lo afirma sin tapujos:

Venezuela es el último país en la región sin leyes o políticas públicas diferenciadas para la población LGBTIQ+.

Mientras que una organización trans de España declaraba estar a favor de Maduro y “en contra del imperialismo” a mediados de 2024, la susodicha “revolución socialista” detuvo arbitrariamente a Yendri Velásquez, unos de los activistas queer más conocidos y queridos de la comunidad. Yendri tuvo suerte y fue liberado, pero no todes pueden contar lo mismo.

Por cierto: mucha de la violencia estatal tras el 28J fue en contra de las mencionadas clases “más humildes”.

La violencia estatal contra las personas trans es grande, pero invisibilizada: pocas personas trans denuncian la discriminación, y quienes lo hacen, son expuestas a la burla no solo de la sociedad, sino al desprecio e indiferencia del propio Estado, que no pretende en lo más mínimo atender nuestras necesidades.

Para el Estado no existimos, pero tampoco merecemos existir.

Un vergonzoso ejemplo de la naturaleza reaccionaria del chavismo está en el Caso 33: cuando fuerzas policiales irrumpieron en un sauna de Valencia y expusieron al escarnio público a 33 hombres, quienes estuvieron detenidos arbitrariamente por tres días y, en algunos casos, por más de una semana.

Los cargos impuestos, que no se sustentaron en nada, incluían la grabación de contenido pornográfico y la contaminación sónica.

La burla y la invasión a la privacidad por parte de las autoridades fue constante en el caso 33. Y es la norma que el Estado venezolano actué con tal agresividad lgtbfóbica, no al revés.

Como mujer trans autista y con discapacidad, me consta cuán visceral es la violencia estatal ante lo que soy. Si el chavismo realmente fuera progresista, habría podido cambiar mi nombre y mi disforia de género podría ser tratada sin tanto drama alrededor. O al menos el tema se estaría discutiendo.

Pero la realidad es otra, y ya de por sí al venezolano de a pie heteronormado le toca “sobrevivir a medias”.

¿Qué queda, entonces, para las trans, discas y otras disidencias, cuando ni siquiera nos tratan como personas, y nuestras peticiones son consideradas un mero chiste?

La ironía salta a la vista al ver que Maduro y sus defensores acusan de “fascismo” a todo aquel que se le oponga.

Da lo mismo si es un estudiante, un niño de quince años, un activista gay o una mujer embarazada.

El chavismo es una marcha de sangre para la izquierda, y defender un proyecto de carácter neoliberal y reaccionario es una traición horrenda para todos los valores que, se supone, caracterizan a la izquierda y el progresismo. El otrora proyecto de izquierda que ilusionó a tantas personas del exterior, resultó estar más cerca del fascismo que de una socialdemocracia decente que busque la justicia social.

La vieja excusa del “bloqueo” no sirve para explicar la dimensión de la corrupción y autoritarismo del chavismo.

La injerencia extranjera ya existe y desde hace mucho: este país está vendido a China y Rusia.

Ojalá poder tener más esperanza en el futuro de las izquierdas, y que más personas progresistas de todo el mundo arremetieran contra Maduro como se hace con el sionismo y el genocidio en Palestina, por ejemplo.

“Es todo un montaje”, “la revolución versus la ultraderecha” o “exageraciones de los medios occidentales”.

No existe forma honesta de defender un régimen que no para de demostrar ante el mundo su verdadera naturaleza: el autoritarismo y el odio desmedido. Y ese desprecio, ese autoritarismo, afecta peor a las personas LBGTQ y en especial a quienes somos trans.

Si defiendes los derechos de las personas trans y, por extensión, los derechos de las mujeres y las disidencias en general, pero crees que Maduro merece estar en el poder o es “preferible” a un presidente de derecha, déjame decirte esto:

Estás del lado incorrecto de la historia.

Mira.

Soy trans, soy venezolana, soy progresista y antipatriarcal.

Soy el tipo de voz que no suele ser escuchada.

Y puedo hablar en nombre de les trans y queer en Venezuela cuando afirmo con amargura y decepción que, nuestra realidad no solo es obviada por los conservadores; sino por una izquierda que teme a la autocrítica, y que pretende explicarnos con arrogancia y desde la distancia, todo lo que tenemos que soportar. Y eso, por el bien de las izquierdas, debería cambiar.