John Carpenter: así me enamoré del cine

John Carpenter es uno de los cineastas más brillantes e influyentes de los últimos cuarenta años. Aquí repaso el porqué.

John Carpenter: así me enamoré del cine
Este texto fue creado para un proyecto estudiantil de cine el 26 de febrero de 2021. Quien lo solicitó, un joven llamado Hans, dio completa libertad creativa al desarrollo e idea del texto. <3

Yo siempre tuve una rara inclinación por las artes. Antes que una puberta como era yo descubriese su potencial ojo fotográfico allá por el —pareciera muy lejano— 2016, tenía una obsesión por saber de cine clásico. En principio la curiosidad se me despertó por tres elementos: TCM, Tim Burton y John Carpenter. TCM Latinoamérica tenía un aire retro que me atraía muchísimo, con una serie de ejemplares cinematográficos con un encanto rara vez empleado hoy: hablo, cómo no, de los efectos prácticos.

Burton fue clave para adentrarme en tal mundo por sus cintas Beetlejuice, Mars Attacks! o Edward Scissorhands. Las tres muestran su cariño por la clase B y el cine de los cincuenta, tanto que en las primeras dos mencionadas los efectos toman adrede un aspecto más «cutre» —primitivo— como el que se manejaba en aquellas épocas. Con Edward Scissorhands pudo cumplir uno de sus mayores sueños: conocer a su ídolo Vicent Price y colaborar con él. Su estilo gótico, cómo no, también era motivo de mi admiración por él: outsider, oscuro… Pero hasta cierto punto tediosamente repetitivo.


Por ello Burton para mí ya no es tan relevante, ni a mi nivel como mero gusto personal ni como mi valoración de sus aportes al séptimo arte en al menos los últimos quince años. Pero no quiero adentrarme mucho en esto sino en quien, para mí, fue el autor que me hizo entender el poder del celuloide.

Ahí es donde entra John Carpenter.

La huella del cine carpenteriano es inmensa y te digo porqué

John Carpenter es hoy por hoy uno de los directores más influyentes de los últimos cuarenta años, aunque es recién desde su semi-retiro que se le adjudica el muy justificado reconocimiento por su trabajo cinematográfico. Durante su carrera fue maltratado por la crítica y el público consumista quedaba no muy satisfecho como para que los grandes estudios siguieran apostando por su dirección.

Hablo de un cineasta que hacía la música de buena parte de sus propias películas, cabeza junto a —la igualmente infravalorada— guionista Debra Hill del inicio de la franquicia Halloween; que le dio rienda suelta a la grotesca imaginación de Rob Bottin en su máxima obra lovecraftiana The Thing e incluso rodó con guion propio They Live, inspiración imprescindible para cintas posteriores con extenso desarrollo político o filosófico como Matrix y vigentes hasta el día de hoy (bueno, eso no es un halago para nuestra realidad).

Y no acaba ahí: rockstar, entusiasta gamer, próximo podcaster, piloto de helicóptero (la necesidad, I guess so) y la lista podría seguir.

Si lo que acabo de expresar no parece suficiente para admirar o prestarle atención a su obra, voy a detallar un par de puntos con los que he aprendido mucho de él.

Haciendo cine cuando se pueda y como se pueda

No quiero adentrarme mucho en detalles de su biografía e inicios porque quiero ir al grano. Sin embargo, no está de más poner algo de contexto en relación a su antigua mala reputación.

Porque salvando Halloween, los taquillazos no se repetirían a tal nivel en el resto de su carrera. Haciendo un repaso por encimita: Escape From L.A —menos lenta que la primera entrega, aunque con un toque CGI desagradable y otros puntos en contra— a duras penas recuperó su presupuesto, mismo caso de Prince of Darkness —obra no tan menor como se le cree— o Memoirs of a Invisible Man —un desastre en toda regla aunque es llevadera— que costó 40 millones de dólares y solo pudo recaudar 15 millones. (¡!).

Pero no todo es desgracia.

El hombre no tuvo miedo de quedarse con presupuestos reducidos o meterse a otros géneros. Pese a que le nombremos Maestro del Horror con toda la razón del mundo, Carpenter hizo biopics (Elvis), comedias (Body Bags), dramas (Starman) y western acción (Assault of the Precinct 13, Big Trouble in the Little China).

Su lección más relevante: puedes hacer auténticas joyas con pocos recursos o si solo es tu trabajo. Más aún: rétate a ti mismo y sal de tu zona de confort.

Pues lejos de exasperarse porque Hollywood le diera la espalda, Carpenter supo adaptarse a los presupuestos y los trabajos que les permitieran dirigir. Starman, Memoirs of a Invisible Man y Christine fueron encargos que aceptó porque no había más nada para él. Y los resultados son sobresalientes (salvo en el segundo ejemplo, pese a que posee uno de los mejores efectos especiales de los noventa).  Starman fue esa vez tan especial en la que el cineasta nos mostró un lado romántico e intimista hasta entonces desconocido, con una historia simple y cautivadora entre un hombre del espacio y una mujer. Punto aparte por la magnífica banda sonora de Jack Nietzsche (sí, esta es una de las excepciones donde Carpenter no compuso la música).

Y es inolvidable cuando hizo joyas indiscutibles como They Live, In the Mouth of Madness o Halloween.

Mostrando tanto cariño por la clásica serie B —en especial evidente en Sobreviven— que hoy su apellido es sinónimo de calidad en tal clase, incluso podríamos decir que The Thing es un ejemplo excepcional de explotar los recursos (15 millones tampoco era demasiado para 1982).

Esta hazaña es propia solo de auténticos genios del séptimo arte y John Howard Carpenter (¡sí, Howard como su ídolo Howard Hawks!) es ese tipo de genio. Un genio, además, adelantado a su época e incomprendido.

Quien a pesar de no haber dirigido un largometraje en diez años, le gustaría regresar si ve la oportunidad.  Sea como fuere, seguiremos disfrutando —y por un buen rato– de la vida e influencia del Maestro fuera y dentro del cine.  ¿Ejemplos? Aquí, aquí, y aquí.

Por esto y más, larga vida al maestro del horror John Carpenter.