Nimona y los monstruos que solo son más humanos

Malcolm X nos aclaró que nos enseñan a odiar al oprimido y a amar al opresor. Estas películas lo explican mejor.

Nimona y los monstruos que solo son más humanos

Reconstruir la historia, si cabe decirlo así, es correcto cuando todo el tiempo la historia fue mal contada.

Pasa así porque, entre otras cosas, para que una mayoría se sienta a gusto, una minoría siempre debe estar en peligro.

Ese odio se esparce a conveniencia gracias a una minoría de la clase dominante que, en realidad, hiere a la mayoría en su totalidad.

Es el juego de hacer que la gente se odie entre sí en lugar de detenerse a pensar en que alguien más les ha enseñado a odiar para distraerse del auténtico peligro.

El cine ha coqueteado de alguna forma u otra con esta constante incómoda desde hace mucho.

Por ejemplo, 'Freaks' (1932) se construye en base a la narración de una moraleja: que la gente con discapacidades y cuerpos muy diferentes (los "fenómenos de circo") no son los verdaderos monstruos: los verdaderos monstruos son las autoproclamadas "personas normales" que los han segregado.

Esta película fue masacrada en vida (cancelada sin piedad), porque para la sociedad de entonces ese mensaje parecía muy agresivo e incómodo, cuando no directamente repugnante.

Existe la leyenda popular de que los ejecutivos de la productora MGM vomitaron al ver la película, y querían matar a su director Tod Browing.

Hay dos películas bastante populares y algo recientes que coquetean con esta narración de la reconstrucción de la historia: ‘Us’ (2019) y ‘Nimona’ (2023).

‘Us’ muestra que hay unas personas viven debajo de la tierra, y al principio parece que sólo quieren matar a los de arriba. El plot twist revela que, en cierto modo, sólo estaban defendiéndose.

Y ‘Nimona’ trata sobre una niña cuyo único pecado es, en realidad, transformarse en cualquier tipo de ser vivo a voluntad.

A partir de ahí, es segregada por todo un pueblo que por siglos se aleja del mundo con un muro, para “proteger su estilo de vida y no permitir la llegada de los monstruos”.

En ‘Nimona’, la protagonista homónima se pregunta qué da más miedo:

Si todo un reino, todo un pueblo, quiere matarte por como eres, o que a veces quisieras que sí te maten.

Nimona es alguien que tiene nombre propio, pero para muchos por bastante tiempo sólo fue “el monstruo”.

Como diría Malcolm X, nos enseñan a odiar al oprimido y a amar al opresor.

Del mismo modo, el cine estadounidense también ha servido para pintar a los rusos como malvados insalvables, así como se pinta de sádicos graciosos a los musulmanes y asiáticos.

El cine en general muchas veces ha pintado de villanos a les indígenas, al queer y tratan con lástima al disca.

La historia humana está llena de gente que fue pintada como mala e inferior, anormal e indeseable.

Pero la historia avanza y cuando lo hace, lo que revela es que el verdadero terror estaba en quienes quisieron dividir el mundo entre lo que es “normal” y lo que no lo es.

Ninguna de estas circunstancias son casuales, y por el mismo motivo estas tres películas resultaron tan refrescantes (además de otras razones, claro), porque profundizan en la recóndita doble moral de nuestra sociedad.

Freaks, Us y Nimona son películas muy diferentes entre sí, pero comparten esto en común: son historias sobre personas que son deshumanizadas, de gente que fue apartada en nombre de una supuesta moral superior que, en realidad, esconde una lógica retorcida y enferma.


Cuando estaba en primaria sufrí acoso escolar por más de un año por ser tímida y gorda.

Desde entonces vi una constante, cuando menos, surreal.

Me explico:

Soporté el aislamiento, los insultos y varios golpes por bastante tiempo, solo en tres o cuatro ocasiones me defendí.

En una ocasión, ahorqué a uno de los niños que se la pasaba acosándome.

Unos minutos después estábamos en la dirección porque la situación era “intolerable”.

Mientras, yo sangraba y lloraba.

La pregunta clave aquí es:

¿Por qué no existió esa indignación antes?

Todo ese tiempo, el profesorado fue indiferente y más de un adulto me llamó cobarde y maricón de mierda.

Algunos docentes me miraban con lástima o se rieron.

Pero en cuanto devolví la paliza, la dirección se llevó las manos a la cabeza.

Eso sí: impensable un alumno con pelo largo. Hay prioridades. (?).

A esa constante me refiero: es una vil mentira que la sociedad en general condene la violencia.  Nuestra cultura vive de la violencia y el sufrimiento ajeno.

Lo que sí suele juzgarse es la violencia que pueda ejercer la gente en una posición en desventaja.

Da lo mismo el contexto, es la misma situación en todos lados.

Hay quien se indigna al ver una mujer devolviendo una paliza, ¿pero dónde estaban cuando la mujer soportó los golpes?

Sólo estaban para juzgarla por “estúpida” al no encontrar un “buen hombre”, así que “se lo merece”; o que es tonta porque “no sale de ahí”.

Y ni hablar del montón de cisgeneristas que pretenden “debatir” soltando noticias sobre algunas mujeres trans violadoras en las cárceles.

Pero, ¿y si contamos las miles de historias de mujeres trans violadas en cárceles de hombres y de mujeres por igual?

¿Por qué sólo importa un sólo lado de la historia?

¿Por qué sólo se condena un tipo de violencia y la otra da igual?

La injusticia está en que se ve un tipo de violencia pero no la violencia que la empezó. Se ignora que a veces la violencia solo es defensa.

Se condena la respuesta violenta hacia la violencia, pero la violencia en sí no suele condenarse en realidad.

Y si pasa entre infancias, es porque continúa peor en la vida adulta.