La transfobia mata

Mis experiencias con el activismo sobre salud mental y la necesidad de reivindicar las luchas sociales para disminuir el sufrimiento en general.

La transfobia mata
Sylvia Rivera, una de las activistas trans LBGTQ más influyentes de todos los tiempos, siempre se enfrentó a la pobreza y las drogodependencias. Se sabe que tuvo un intento de suicidio del que se salvó gracias a Marsha P. Johnson.

Mucho se ha hablado ya de la prevención del suicidio y aunque hay estrategias, planes y métodos sólidos para combatir este problema, entre poco a nada se avanza en el territorio político local e internacional para tratar este problema.

Sé de esto a profundidad porque desde 2019 hasta inicios de este año estuve de colaboradora en ciberespacios españoles enfocados a esta causa (gestionando, creando, curando y programando contenidos), para una página de Facebook, un perfil de Twitter e Instagram.

Incluso tengo rescatado un pequeño post genérico sobre prevención y consejos clave desde mi portfolio (soy redactora, después de todo).

Durante este proceso pude aprender bastante sobre el funcionamiento de las redes sociales y cómo se organizan y crean los contenidos para tales.

Pero sobre todo pude ver las grietas de este activismo, o tanto mejor, los puntos poco tratados en España y el resto del mundo.

No todo está en la mente

Hay que entender esto: no todo está en la mente. Esa es la clave. Cualquiera que se dedique a concientizar de este tema debe comprender esta constante y como tal debe asimilar los otros grandes factores detrás del suicidio: la discriminación, la pobreza y el maltrato psicosocial que proviene desde la casa.

Para disminuir la crisis del suicidio no sólo se necesita un plan concreto al respecto sino garantías de derechos y dignidad para poblaciones especialmente vulnerables: mujeres, personas racializadas y LGBTQ, etc.

Quien desee unirse a esta causa y ser coherente a la misma, por lo tanto, debería escuchar lo que todas estas poblaciones tienen para decir.

Cuando estuve al fin en contacto con muchas otras personas trans en España, Estados Unidos, México y Venezuela, noté que mi historia no era infrecuente.

En muchas personas trans el suicidio parecía una opción y el motivo no era soledad, no era una depresión. El gran motivo detrás de todo era la miseria moral de un entorno transfóbico y clasista, así como la inmensa carencia financiera que acarrea tales circunstancias.

Hablo de una pobreza que no permite el tratamiento adecuado de las dolencias físicas, no por nada mucha gente trans tiene discapacidades. Hablo de un factor económico que retrasa todo intento de terapia psicológica, con algunas teniendo que elegir entre la comida y unas pastillas.

Yo entre el 2013 a 2021 deambulé entre distimia y depresión mayor, siendo el 2017 al 2019 la peor etapa. De 2018 a 2020, tuve etapas de días, semanas o meses sin poder adquirir ningún antidepresivo. Tuve infinidad de recaídas, y nunca tuve un seguimiento como era debido. En total, fui al psiquiatra siete veces en toda mi vida, jamás a un psicólogo decente. Visité uno porque era público y sólo se limitó a hacerme cuestionarios de autoestima. En Venezuela es una estupidez hablar de sanidad pública.

¿Suicidio o homicidio sin culpables claros?

Sea como fuere, hay que hacerse esta pregunta: ¿de qué sirve un psicólogo si te mueres de hambre? ¿Qué tanto va a hacer unx especialista de la salud si en tu casa eres una adolescente trans con un padre que prefiere que te mueras, te expulsaron de clases por serlo, no puedes estudiar y no puedes tener amistades?

Puedes manejarlo todo mejor con la ayuda del psico, sin duda. Pero el problema es el contexto. Y eso no lo puedes cambiar sólo con tu mente.

Mientras estés a merced de cualquier tipo de situación jodida, tu mente no podrá sanar como debería, o peor, aún siendo la persona más sana e inteligente emocionalmente, es imposible que no perturbe tu bienestar.

Ya no es una cuestión de la mente, es una cuestión de dignidad, de derechos aplastados. Ninguna cantidad de herramientas psicológicas podrán desaparecer la vulneración de los derechos humanos.

Sobre mí, la cuestión siempre ha sido la misma: la economía. Mis motivaciones para suicidarme hace tiempo no parecían muy enmarcadas en el discurso general de la prevención, que tiende estar focalizado a adolescentes de clase media y gente neurodivergente en general, todas poblaciones que tienden a la ideación del suicidio por problemas de salud mental.

Sólo a veces pude ver la atención centrada en adultos mayores, y nunca en la población queer, negra y empobrecida. Pude ver que el único factor externo que se solía mencionar era el acoso escolar.

Pero ni siquiera es suficiente hablar del acoso escolar, sino del tipo de acoso: ¿quiénes recibirán más ataques, y muchas veces ni se atreven a denunciarlo? Las personas trans, las que tienen autismo o discapacidades, las que son racializadas.

La transfobia mata y todo tipo de odio también

La transfobia mata, el racismo asesina y la misoginia también. En este momento, España como México, ambos países influyentes para el resto de la región hispana, vienen siendo top en noticias virales falsas sobre la población trans, a la que constantemente se le hace mofa y se le relaciona incluso con la pederastia u otros tipos de crímenes muy bajos. El País, The Guardian y la BBC reproducen los bulos o dan voz a odiantes sin ningún tipo de sustento válido.

Estados Unidos y el Reino Unido lleva una cruzada de lesgilación anti-trans que ya entra en la categoría de genocidio: literalmente, los índices de suicidio se dispararán si nadie hace nada. Y no será por ser tontines disfuncionales o por tener trastornos de personalidad.

Será porque son personas de una minoría que simplemente está siendo burlada, menospreciada y exterminada a través de la complicidad silenciosa del hombre y la mujer cis. Todas las personas trans ahora son el foco de un sector conservador y reaccionario de la sociedad conformado desde por neonazis a feministas transfóbicas y cientos de miles de personas cis que simplemente no les importan las vidas trans. Porque si les importara, nada de esto estuviera pasando. ¿Cómo se explica este desastre si no es así?

Quien me permitió entrar en este ciberactivismo, de hecho, solía decirme que me faltaba ser "más mujer" y que "los trans no binarios" son posmodernos a los que se les ha lavado la cabeza. Ni siquiera el sexo es binario pero para tal hombre, encima científico, aquello no importaba.

Podría escribir por horas sobre todas las puertas cerradas en mi vida por ser trans —enby— pero cada vez que lo hago, de hecho, se suele justificar o me quieren explicar mis propias experiencias. Vi ciberactivistas compartiendo narrativas de odio, ignorando mis sugerencias y burlándose de otras "personas trans enojadas y de cristal".
Irónicamente, eran las mismas personas que luego estaban desesperadas porque nadie parece escuchar sus propuestas, desalentadas ya que aunque ha habido avances para la prevención, sigue perdiéndose muchas vidas a diario. No son sólo números. Son vidas. Y las vidas de las personas trans importan, aunque por lo visto no es así como actúa y piensa la mayoría, más allá de las bonitas palabras de buenos deseos que cada tanto nos quieren dedicar.